FLUXUS VIOLÍN
Fluxus Violin está entre la obra Teléfono S—-E de Joseph Beuys, el Violín verde de Beuys y Henning Christiansen, el objeto-acción del concierto Fluxus y el concierto-performance Fluxus de Nam Jun Paik.
Comparto con Beuys la idea de que la información es la incorporación del mensaje espiritual en la materia transmisora: «Los factores espirituales, ideales, personales, humanos, físicos, cognoscitivos o en general, el pensamiento, existen sólo idealmente, es decir no físicamente y se sirven de la corporeidad para expresar algo.»
Con Fluxus lo comparto casi todo: el lenguaje no como medio sino como fin, la disolución del arte en lo cotidiano (llevaba tiempo guardando las cáscaras de los huevos, aunque sin intención concreta hasta que llegó el momento de materializarse la acción), la convicción de que cada individuo constituye una obra en sí mismo. Muy especialmente, comparto que la propia vida se vuelve una composición artística cuando se expresa con total libertad sin dejar nada fuera, ni siquiera el azar ni la búsqueda de lo irracional. A la vez, hago esta traducción de la humanidad que aporta Fluxus en estos dos objetos rotos que se juntan, se reactivan, se alquimizan y se hacen bellos desde la candidez del juego en lugar de la imposición de ninguna regla conocida.
La transmisión de las cuerdas del violín al interior de los huevos es la integración plástica de una idea en un material físico, y el receptor re-traduce desde un nivel ideal el contenido espiritual transmitido. Aunque se desmonta para comunicarse con el interior de los huevos, el violín (emisor) no se rompe como en el concierto de Nam Jun Paik, sino que son los huevos (en este caso, el receptor) los que se rompen en ese movimiento evolutivo.
Pamen Pereira