El mundo entero es medicina. 2010. Óleo sobre pan de oro. 90 x 145 cm. Colección particular
EL MUNDO ENTERO ES MEDICINA
2012
Hace unos años recibí una carta de mi amigo el maestro zen Daniel Terragno de Sebastopol, California. En ella había una postal con un kōan escrito en caligrafía japonesa que decía:
Medicina y enfermedad se entrelazan,
el mundo entero es medicina
¿qué es el yo?
Trabajé durante mucho tiempo con este poema. En algunas de las obras inspiradas por ese kōan mi intervención es muy sutil, apenas apreciable. Los fondos dorados en El curso circular de la luz o El mundo entero es medicina desaparecen al ser iluminados quedando el gran vacío. En algunos de esos fondos, las venas rojas dibujan sutilmente un paisaje montañoso, fondo y forma entrelazados en una sola cosa. Las venas forman el mismo recorrido que los ríos en la Tierra, o las raíces o las ramas de un árbol, o la ramificación del sistema nervioso. Debemos saber que es la comprensión de esta interrelación lo único que puede curar tanto a la humanidad como al individuo en la relación con su existencia en la naturaleza. El caballo blanco penetra la flor de la caña es la comprensión de la última parte de ese kōan, aunque tardé algún tiempo en descubrir el misterio y poder hablar sobre la interdependencia de las cosas: me convierto en ti, te conviertes en mí. Lo que parecía independiente se hace unidad, entrelazándose lo animal y lo vegetal. A veces con un pequeño gesto consigo un equilibrio impecable, estableciendo una relación absolutamente dependiente del todo con las partes y las partes con el todo. Es urgente esa toma de conciencia de que todo, funciona como una gran red de conexiones: el mundo entero es medicina.
Fotografías: Pepe Caparrós, Efrain Pintos, Tono Arias
Le conté a Daniel Terragno las experiencias que viví gracias al poema de Yunmen y su respuesta fue también reveladora: “Me parece que una obra de arte debería hacer justamente esto. Me recuerda a Dogen cuando habla de que el Yo (o Uno Mismo) desaparece al ser confirmado por lo otro (las diez mil cosas, en este caso, la obra misma)”.
El caballo blanco penetra la flor de la caña. 2012. Flor de palmera seca y asta de ciervo. 40 x 80 x 30 cm.
Cuando digo que insisto en el aire y replanteo cada vez este desafío a la gravedad, por descontado insisto en la tierra. Todo lo podemos plantear como un paisaje interior, entrando en el subsuelo y sacando a la luz lo que no está normalmente a la vista. Palacios, montañas o cráneos que enraízan en el aire a escala de quién puede contemplar el mundo en la palma de su mano.
Tomillo. Raíces de ciprés sobre panel dorado 145 x 90. Colección particular
Naturaleza revelada II. 2016. 100 x 120 x 120 cm Planta seca, acrílico, ojo de cristal