AGUA CALIENTE PARA EL TÉ
Heisses wasser fúr den tee
IMÁGENES DESLIZANTES
Corrientes
Obsérvese la agitación frenética. Las corrientes crean remolinos en las salas, en las esquinas de los papeles, en las manos que trazan las líneas previstas y que conectan, a un nivel más profundo, con flujos del interior del cuerpo a través de dispositivos análogos a los de los buscadores de agua. Los objetos a su alrededor, aparentemente quietos, no se detienen; aparentemente fugaces permanecen para siempre. La ilusión del artista/conductor (su cerebro): un gran complejo de tensiones, encauzadas o descontroladas. Pero por encima de todas las fuerzas direccionales, el deseo ascensional del fuego.
Fuego
Quien visita una exposición de hogueras no teme quemarse. La deriva en un espacio que arde es vacilante, pues los focos de calor son seductores y peligrosos. Todo acercamiento a las obras presentadas hiere: el calor se hace insoportable. Éstos son objetos que existen mientras se queman; viven, como estrellas, de su propia consunción y, aunque otros los reemplacen en el futuro, se presume que el vigor de las llamas nunca volverá ya a ser el mismo. De estas propuestas, sólo el humo es firme determinación y singular propósito.
Humo
Hasta un árbol de humo acepta el orden sumisamente. El orden es liviano: no supone carga porque soporta todo el peso. El humo es ligero; es su representación lo que lo hace definitivo e intenso. Paradoja de fenómeno fugitivo, donde revolotean los cuerpos ágiles, las hojas de luz. En un momento dado se detiene y da al artista la posibilidad de fijarlo cerca del suelo (capturado en el instante eterno). Y el artista mismo es fijado: “Sé que pesa y sin embargo lo veo flotar delante de mis ojos”.
Ausencia
Todo universo transparente es un universo vacío, por lo que el trazo, por opaco, por obscuro, detiene la luz, desaloja algún volumen. La luz no pesa, el vacío no pesa. La música flota por su inmersión en el complicado entramado de las creencias; el piano se empuja a sí mismo hacia un limbo triste; el maestro está ausente; como muerto, más allá de los límites que lo constituyen, dentro de las llamas que le separan, no precisa ya más vínculo con el mundo.
Manuel Saiz