Tierra de Nadie. Madera quemada 98 x 171. Colección particular – Los Angeles

NO HAY ORILLA

1997
La realidad aunque múltiple y diversa, es indivisible. La verdadera naturaleza de la realidad no tiene fronteras.
Maestro zen Dokushô Villalba
Cera, oro y humo
El viaje auténtico no existe fuera de nosotros mismos. El que nos reafirma es aquel viaje sin condiciones externas, que se hace a la par que se lleva, porque es la dilatación de uno mismo, nuestro lugar de encuentro con uno mismo en un lugar remoto, y sin embargo preconocido, reconocido, vuelta a reencontrar donde volver a “ser” o si cabe, comunicarnos mas deliciosamente con la profundidad y, a la vez , la ligereza de ser un ser sin ataduras, sin los tropiezos, sin los estrechos círculos viciosos que nos acechan cotidianamente.
Extracto del texto Cera, oro y humo de Teresa Blanch para el catálogo de la exposición Non hai beira con motivo de las beca de residencia en el extranjero del Museo de arte Contemporáneo Union Fenosa.
No hay orilla I (Montañas). 1997. Arcilla, raíces, talco y cable. 65 x 60 x 70 cm. Colección particular, Valencia.
No hay orilla, vista de la Exposición en la Galería Trinta, Santiago de Compostela. 1998.
No hay orilla II. 2002. Cera y raíces. 45 x 11 x 11 cm. Colección Paral – el 39, Valencia
No hay orilla III. 2002. Botas y cera. 55 x 30 x 50cm. Colección Galería Van Der Voort, Cati Verdera. Ibiza.
Viajo de norte a sur, de casa en casa de buda en buda, recorriendo lugares dentro y fuera de mi, descubriendo como esa parte de mi que me constituye pero no me pertenece se manifiesta intensamente en todo lo que vivo, radiante y emocionada como el que encuentra el camino de vuelta.
Pamen Pereira, Sapporo 1996
El Castillo de la Bestia. 2001. Barro, paja, alabastro y nylon. Colección Galería Trinta. Santiago de Compostela
Gnosis II. 1997 Pan y chocolate. 20 x 50 x 60 cm.
No hay orilla IV. 1997 Madera, chocolate, cera, adobe y cristal. 122 x 78 x 52 cm. Colección Galería Cánem, Castellón.
No hay orilla
… De la misma manera que la pequeña patera de cráneos de chocolate, bellos y desordenados marrones construida minuciosamente por la artista y depositada sobre un pedestal- ara de barro, es una aparente “vanitas” en que la muerte se torna tierna y musical, se transforma en cuna ensoñada que hace un camino certero hacia la deidad, una deidad no superior ni ultra-natural, antes bien próxima, cercana, identificada con la humanidad. Seguramente el camino hacia la casa sin sombras de la que habla el Maestro Suzuki y a la que la artista se refiere en un texto reciente. A una casa de todos, rotundamente diáfana, sin pugnas de identidad, reconciliadora, que flota en el espacio con un sol particular en su interior.
Teresa Blanch para el catálogo No hay orilla 1998
Sin título. 2002. Caparazón de tortuga y cráneos de chocolate. 15 x 22 x 13 cm.
Casa raíz. 2003. Cera, raíz y cable de acero. Colección particular
Sin título. 2000. Humo sobre papel. 255 x 140 cm.
Colección Shereen Malak – Ramón Blecua. El Cairo (Egipto)
Baobab. 1998. Humo sobre papel. 140 x 255 cm. Colección Caja Burgos – Caixabank.
Sin título. 2002. Humo sobre papel. 87 x 102 cm.
Poetas del aire. Acrílico y madera quemada Colección Abanca
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